lunes, 12 de abril de 2010

There, There...






Lo ví llegar al café armado con una flor, confiado, quizá algo nervioso. Tomó un silla y se sentó con el par de chicas que llevaban ahí desde hacía por lo menos treinta minutos cuando me senté en la mesa justo atrás de la suya. El muchacho abrazó a una de las chicas y sólo hasta entonces decidí quedarme un rato más. El tipo, de tanto en tanto la besaba, jugaba con su cabello, le preguntaba muchas veces más que el mesero, si se le ofrecía otro café, y cuando le decía “te quiero” ella le sonreía sin muchas ganas. Miré mi reloj, ya era un poco tarde así que pagué y me fui pensando en lo que había visto y escuchado.
Cuarenta minutos antes, pensé mientras me sentaba, qué las chicas frente a mi mesa eran guapas y si no fuera por que ya tenía una cita seguramente intentaría sacarles el teléfono. Las mesas estaban muy cerca y escuchaba perfectamente lo que hablaban. Pedí una café, y saqué mi libro para matar el tiempo en lo que llegaba mi pareja. Comencé a leer pero no podía concentrarme, la plática de las chicas frente a mi me distraía, y terminé de manera clandestina e involuntaria escuchando la conversación. (Amiga 1) ¿Y cómo vas con tu novio? (Amiga 2) Pues… (gesto de hartazgo) Pensaba terminar con él hoy, pero fue una sorpresa encontrarte aquí así que lo dejaré para cuando me lleve a mi casa. La verdad es qué él está muy enamorado, y yo no veo la hora de mandarlo al carajo. Le dije que sí, porque estaba aburrida y no parecía mal tipo, pero ya pasaron dos meses y yo ya me aburrí. (Amiga 1) bueno… a mi no me gustaba para ti, y qué bueno que me dices que ya te fastidió porque me parecía incluso hasta un poco naco. (Amiga 2) ja, ja, ja, sí, y además lo tiene chiquito… Estaba a punto de salir a fumarme un cigarro cuando llegó el infeliz enamorado, sonaba como música de fondo Sweet Surrender de Sarah McLachlan. Los escuché quizá diez minutos, pero entonces recibí una mensaje en el celular: “ya no me esperes en el café, nos vemos en el bar de siempre, me encontré con una amiga y quedamos de vernos allá” pagué mi cuenta y salí del café.
Mientras caminaba al bar (ya que quedaba sólo a un par de cuadras) ví una florería y pensé que sería mejor no comprar una flor para mi chica. Junto a la florería un niño intentaba impresionar a sus amigos haciendo una pirueta con su bicicleta en el filo de la banqueta, se notaba que tenía miedo pero igual arrancó veloz. Justo en el momento en que iba a estamparse con el piso, en la esquina de la calle junto al bar al que yo iba, un coche zigzagueaba peligrosamente, seguramente el conductor estaba ebrio. En la florería una señora recibía el cambio del billete con que había pagado las rosas que seguramente adornarían su mesa de centro. Soltó por unos segundos a su hijo (ya que con la otra mano estaba cargando unas bolsas), cuando estiró el brazo para tomar a su hijo nuevamente, el niño ya había caminado unos pasos y había bajado la banqueta.
El tipo del coche avanzó hacía el pequeño pero en el último momento dio un volantazo y lo esquivó para irse a estrellar en el poste que estaba también a unos metros de los niños que jugaban con sus bicicletas; una patrulla que pasaba por allí se acercó al coche accidentado. Todo sucedió en menos de treinta segundos. Después de la impresión, me tomé un momento para recuperarme y seguí caminando hacia el bar (nunca me ha gustado quedarme a ver un accidente si no hay nada que pueda hacer). Pensé que nunca mejor que ahora me vendría muy bien una copa, y dado que mi novia estaba con una amiga, dejaría el tema de terminar con ella para otro día.
Nada hay como la certeza del paso siguiente, estoy seguro de que existe; sin embargo esa certeza gira vertiginosa, inasible, porque, siempre ha sido sólo un engrane en la maquinaria del reloj que trae el mundo en la muñeca. Para nosotros la ilusión de seguridad se esfuma en un giro del engrane y lo llamamos destino o accidente. Gira la manecilla. (Click) me siento en lo que es para mí una mesa cualquiera, (clank) entra al bar el infeliz enamorado. (click) El niño de la bicicleta brinca a la banqueta y la señora con el bebé tiene un descuido. (clank) el borracho del auto zigzaguea . (click) tú y yo… somos como dice Thom Yorke, accidentes esperando ocurrir…
Israel Junahan
12/04/10

1 comentario:

mO* dijo...

solo porque lo sientes no significa que esté ahí... me encantó
un abrazo