lunes, 2 de marzo de 2009

construçäo



Salí a caminar tratando de encontrar en el caos de las calles un poco de inspiración que la paz de mi casa no me ofrecía, para buscar (si no el hilo negro), la razón para escribir algo que valiera la pena. Los primeros diez minutos me tropecé con las mismas calles, la misma gente, el ruido y los olores que hubiera podido imaginar en la fotografía de esta ciudad que me acompaña a todos lados; incluso dentro de mi hogar, y me pregunté si había valido la pena salir. Dos pasos después de la pregunta clave, resolví regresar a casa. Me llevé las manos a la cara y despabilé mis ojos con un suave tallón para terminar mirando al cielo en señal de fastidio; abrí los ojos sin bajar la cabeza, y de pronto, encontré lo que estaba buscando.

No era una historia, o una canción; mejor aún, encontré una lección. Había, a unos cuantos metros de mi un edificio en construcción, de ladrillos rojos y grandes andamios colgados de ventanas sin terminar. En uno de los andamios, estaba un albañil desayunando solo y leyendo un libro pequeño que mi corta vista me impidió saber de qué libro se trataba. La imagen me remitió a esos años en los que trabajé haciendo instalaciones eléctricas para un contratista, papá de un amigo. Recuerdo qué, cuando llegaba la hora de comer sacaba mi libro, un sándwich y me alejaba lo más que podía del edificio para no ser molestado por el ruido. Más de una persona volteó a verme con curiosidad, debido a mi ropa de trabajo: andrajosa y llena de polvo, pero con un libro en las manos.

No sé que tipo de historias se pudieron tejer en la imaginación de la gente ante la pintoresca imagen que daba, con mi ropa sucia y mi libro, pero supongo que las hubo. Lo creo, por que cuando vi a aquel albañil, lo imagine en unos años rememorando sus lecturas trepado en ese andamio. Con una vida, no sé que tan diferente, pero si satisfactoria. En algún momento, mientras pensaba todo esto, mi departamento de efectos especiales trajo a esta escena la canción de Chico Buarque (construçäo). Chico, nos cuenta de manera espectacular y usando las mismas palabras, cuatro historias diferentes a partir de un mismo hecho: Un albañil, sale de su casa, llega a la obra, trabaja, come, y al final del día, termina muerto.

Es ahí cuando la lección tuvo sentido: la vida se parece mucho a la canción de Chico Buarque; es decir, la vida está hecha de las mismas palabras pero con finales diferentes. Lo que voy a escribir, quizá ya se ha escrito, pero no con mis palabras, por eso vale la pena plasmarlo. Después de todos estos años, sigo construyendo, espero que el final no sea tan trágico como el de la canción, pero si la metáfora que describo resulta cierta, nosotros le damos a nuestra historia el final que necesita y no al revés.

Ahora como buen albañil, permítanme decirle un piropo a la vida... !!!SABROSA!!!