sábado, 27 de diciembre de 2008

Confesionario



Sé lo que es vivir enojado. Docto en insultos, holgado en fantasías homicidas en los momentos más álgidos de un berrinche cotidiano; confieso qué la objetividad ha sido por momentos un asesino a sueldo de mi conveniencia. Las palabras, armas blancas y algunas veces de grueso calibre, según se requiriera en la guerra por tener la razón; nada de que enorgullecerse, pero para un tipo qué trata de ser feliz y no ha muerto en el intento, es un gran logro poder decir frente al espejo: “No he cambiado lo que soy pero si quien soy, aunque sea de un corto tiempo a la fecha”.

Es decir, si estas confrontaciones con uno mismo nos han enseñado algo, no estaremos ni cerca de convertirnos en el Dalái Lama, ni de tener el control absoluto de nuestras emociones (creo que eso nos convertiría en robots), ni siquiera o mejor dicho, preferentemente, no desaparecerá la pregunta ¿quien soy ahora? Pero seguramente el reflejo será más amable, acaso más conciliatorio con el monstruo verde que gana o pierde discusiones en peleas sin sentido.

Según me ha dicho el tipo del espejo en mi baño: La clave es el desapego, no del objetivo sino del objeto; es decir, amar sin poseer, desear sin obsesión, enfocarse, tener fe sin endilgar responsabilidades.

Exorcizar a Hulk (dígase del sujeto encabronado en cuestión), requiere de un conjuro poderoso a desarrollar en dos sencillos pasos: “Perdonar al monstruo y girar el switch”, dice mi reflejo interlocutor. Por supuesto lo miro fijamente y le pinto “!güevos¡”, incrédulo como era de esperarse (mientras pienso que ésta, es una de mis personalidades más simplistas). Pero el reflejo es además paciente y replica con mucha serenidad: El mundo no está en tu contra, simplemente busca hacer sus deseos realidad tanto como tú. El encontrar el canal por el que sea posible llegar hasta tu objetivo, requiere únicamente que enfoques tus deseos en llegar al punto de tu realización sin frustrarte por que no llegan cuando tú lo deseas.

Insulto, grito, pataleo pero el cachetón del espejo tiene razón ¿Qué voy a hacer cuando además de los insultos, se me acaben las excusas? Y no me quede más que aceptar que como buen antihéroe, lo único que gané fue el súper poder de patear mi propio trasero.

Escucho, corre dijo la tortuga de Joaquín Sabina, y me pregunto ¿cuantos años le llevó escribir esa autocrítica o cuan doloroso fue? Lo que si sé es que la escribió, y hoy al igual que Joaquín, acepto ofrecer una disculpa a mi reflejo.

Cachetón: Seguro volveré nuevamente, pero espero que no sea por las mismas razones. Por hoy, le doy vuelta al switch y me olvido del rencor. Me miro al espejo, y añado: Perdóname por no darme cuenta que te estaba convirtiendo en mi peor enemigo…

Él me mira, toma un largo respiro y dice: Te perdono.

Israel Junahan

27/12/08

1 comentario:

Anónimo dijo...

Interesante la conversación contigo mismo. Solo algo deseo comentar y es esto, solo uno mismo es responsable de su propia felicidad no hay excusa nadie tiene la obligación de hacerte sentir bien.
Las adversidades finalmente te convertirán en una persona más fuerte y segura de ti misma.
Un saludo desde este rincón en el paraíso.